El viernes pasado, a
las once de la noche me sentí morir, empecé a sentir fuertes bradicardias, a
cada momento más intensas y largas. Amara, al verse incapaz de recuperarme,
llamó a una ambulancia y como le dijeron que tardaría diez minutos, se vistió
corriendo para llevarme en coche.
-No aguantará tanto –dijo
al que respondió a su llamada.
Me incorporé, me
sentía mejor que echado en la cama. Al fin me puso una pastilla bajo la lengua
y empecé a recuperarme. Luego llamó al médico tras anular el aviso de alarma.
El tipo, tras auscultarme y escuchar mis explicaciones apoyado en el resquicio
de la puerta, me recomendó tranquilidad y que bajara la intensidad de mi vida.
-Me divierto, pocas veces lo he pasado tan bien –respondí.
-Me divierto, pocas veces lo he pasado tan bien –respondí.
Al día siguiente nos
levantamos a las seis y a las siete recogíamos a Chiscu de camino a Zaragoza,
para participar en la primera asamblea de la Confederación Pirata.
Por el camino Amara y él
hablaron de muchas cosas, principalmente de la que más nos inquieta ahora
mismo; mientras yo recordaba lo que había sentido la noche anterior.
- Popol, te vas sin
haber terminado ciertas cosas, pero supongo que a todos pasa lo mismo, que siempre
marchan dejando algo a medias. Hay que llamar a Chiscu para que no nos espere,
porque seguro que mañana no podremos pasarlo a buscar. Te vas Popol sin haber
podido despedirte de tu gente, de Mila, de Anna y de Mónica, sobre todo de
ella.
Y entre meditación y
meditación, pensé en lo mucho que he vivido.
-Has vivido Popol, quizá demasiado, y el que ahora te llegue la hora no deja de tener sentido. Vas a desaparecer sin más, pero dejando un buen rastro, tu mente quedará vacía y tus ideas, esas que tanto te inquietan, desaparecerán.
-Has vivido Popol, quizá demasiado, y el que ahora te llegue la hora no deja de tener sentido. Vas a desaparecer sin más, pero dejando un buen rastro, tu mente quedará vacía y tus ideas, esas que tanto te inquietan, desaparecerán.
Ahora mismo escucho a
Nirvana, en un disco memorable que Lorena ha enlazado en su Face, de los
mejores que se hayan producido, que por cierto mi hijo me perdió hace muchos
años.
Lo cierto es que he quedado tocado, más sicológicamente que físicamente. Mi corazón, fuerte y elástico, tan grande que cuesta cansarlo, ya no es el mismo y eso duele. Ya no podré ver las cosas de la misma manera, deberé bajar el ritmo de mi vida y adaptarlo a lo justo que pueda soportar, y eso duele, tanto que no sé si querré hacerlo, tanto que ahora mismo ya sé que no lo haré sino todo lo contrario. Ahora más que nunca debo acelerar mi ritmo.
No es la primera vez
que veo la muerte. La última fue hace 34 años, en plena selva peruana, sin
embargo, entonces mi supervivencia dependía de mi mismo y de mi pericia. Ahora
ha sido distinto, he sentido impotencia, no podía luchar contra mi destino,
quizá por eso me relajé y mi corazón volvió a latir tranquilo. Deberé
acostumbrarme a este cambio. Lo único que espero, lo que más me gustaría, es
decidir cuándo y cómo, tal como Artur y yo nos prometimos aquel día en el
entierro de Sebas. Unos tipos como nosotros o como Anna, al menos deberían poder
escoger cómo morir.
Escucho a Deep Purple,
en su concierto de 1973. Al año siguiente comenzaría nuestra gran revuelta,
justo después de la caída de la dictadura en Portugal y la de los coroneles en
Grecia.
Recuerdo a Mónica de
espaldas sobre el mullido colchón directamente en el suelo, desnuda, con el
fino cordón trenzado con cáñamo y oro en su cintura. Recuerdo acariciarla con
las yemas de mis dedos, con suavidad y extrema lentitud. Recuerdo el
estremecimiento de su cuerpo, el erizamiento de su piel brillante y morena, sus
suaves y embriagadores gemidos. La recuerdo al darse la vuelta con desesperado
deseo; y a su maravilloso cuerpo, suave, excitante, tierno. Recuerdo sus ojos,
oscuros y hambrientos de sexo. Recuerdo aquella mujer, irresistible para mí, maravillosa
para Jep y enloquecedora para la mayoría de los hombres. El terror del régimen.
Me gustaría llamarla y contarle lo sucedido, aunque solo sea para tenerla una
vez más entre mis brazos.
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