martes, 21 de mayo de 2013

TREINTA Y DOS AÑOS ATRÁS

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Chick Corea - Cristal Silence

Recuerdo aquel agosto como si fuera hoy mismo, igual que Amara, ahora que me prepara con tanto cuidado el Camino.

Y recuerdo que un día como hoy hace dos años, lo abandoné todo para ir en busca de Anna, que ahora Mónica pregunta si sé algo de ella, cuando antes era yo quién debía hacerlo por mi amiga hermana amante. Mi irrupción en su vida, en la selva, cerca de la frontera tailandesa, a mi estilo, insoportablemente lento aunque sea pocas horas, las que tardo en completar mi mochila, en llegar al aeropuerto, inseguro e irritado por haber tenido que romper mi monotonía, por lo que me espera. Que antes de subir al avión miro hacia atrás, aunque durante un segundo, preguntándome si hago bien o mal, que me lanzo a la incertidumbre sin conocer a nadie ni nada, que deberé confiar en gente extraña que habla un idioma distinto al mío.
Ya tengo sesenta, aunque solo falten unos días para eso. Ya no soy el loco de veinte, pero sigo siendo el mismo y, por mucho que lo busque, que sepa que existe, no tengo miedo. Y luego, ya en pleno vuelo, me tranquilizo y pienso en lo que unas horas antes la mujer absoluta me dijo.
-Tranquilo, que una vez allí sabrás qué hacer y cómo hacerlo. Dale un beso de mi parte y dile que la quiero.
Lo que Artur, que no puede mantenerse quieto a mi lado, me dijo antes de entrar en la rampa.
-Solo nosotros somos capaces de sacarla de allí y solo tú sabrás qué hacer cuando llegue el momento.
Y sonrío. La inseguridad y el temor al fracaso, como siempre que no hay vuelta atrás, han desaparecido. Sonrío con la convicción que si dejo la piel habrá sido por algo que lo merecía, un lujo, el mejor colofón para una buena vida. Y miro por la ventanilla para intentar ver algo de mar o la costa de cualquier isla, aunque poco se puede a través de un ala. Y abro mi libreta y escribo sobre cualquier tontería. Amara abrirá mi correo y periódicamente entrará en los enlaces que dejé para ella, leerá los blogs de los amigos que mejor escriben entrando a través el mío. Es mi rastro el que deja, el de un tipo que no puede olvidar el arte de la simulación.
-¿Tan importante es?
-No lo sé, pero tú hazlo.

Había pasado algo más de tres meses de nuestra boda. Recuerdo que salimos de Rocabruna, con las mochilas, los sacos y una tienda de campaña. Amara, poco acostumbrada a la bicicleta, solo llevaba los sacos en sus alforjas.
Escogimos aquel pueblo por romanticismo y porque allí vivían los abuelos putativos de Anna, y ella quería saludarlos y presentarles a su amigo hermano amante y a su nueva amiga.
Dos ancianos tiernos y cariñosos, muy parecidos a los míos de Menorca, con una fortaleza de espíritu que avasallaba. Mi amiga nunca me contó cómo los conoció, esas son cosas que no se preguntan, aunque entendí que su casa había sido una especie de refugio, un lugar de descanso y de meditación, sin preguntas y muy cercano a la frontera, con multitud de senderos que la atravesaban.
Aún recuerdo aquellas maravillosas noches que pasé entre las dos mujeres, que al principio actuaban con cuidado para no estorbarse, entre risas y bromas, acosado por su amor y sus ganas de satisfacerme; y a los dos días ya sin subterfugios ni timidez, con Anna de maestra. Y recuerdo cómo aprendí a disfrutar del sexo en una plenitud desconocida hasta entonces.
Por las mañanas pedaleábamos hasta la hora de comer, a veces sin parar, con lluvia o sin ella, empapados. Comíamos y, dependiendo del lugar, seguíamos hasta encontrar un buen lugar de acampada. Otras veces nos quedábamos allí mismo, siempre a orillas de un pantano o de un río, cerca de una fuente de agua potable, pero nunca al lado porque buscábamos intimidad y allí podía no haberla.
Charlamos como nunca habíamos hecho, del amor, de la amistad, de política, de la manera de ser de cada uno de nosotros, de nuestros amigos y amantes, de nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Solo en las montañas de Cachemira recuerdo haber hablado tanto con ella, pero esta vez junto a Amara y con diez años más.
Nos acostábamos pronto y entonces nuestras charlas solían versar sobre sexo, lo que a cada uno le gustaba más, sus fantasías, que en nuestro caso ya las conocíamos. Y Amara aprendió a romper con los pocos prejuicios que le quedaban, con sus demonios de adolescencia, incluso los infantiles. Entonces fue cuando descubrí la violencia con que había sido tratada, psicológica por parte de sus padres, sexual por la de su hermano y los amigos de éste, cómo pudo superarlo; y la violencia de la calle, de las chabolas donde vivió de pequeña; y sus miedos y su gran espíritu de superación.
A veces, en caso de haber suficiente luz, me quedaba un rato fuera de la tienda, dibujando con pequeños rasgos, tal como me gusta, lo que veía a mi entorno, los árboles, el camino que nos había desviado de la carretera, el lago, el amarradero y la tienda de campaña. ¡Cuánta belleza llegaba a mis sentidos! Tanta que me estremecía de placer, que me abrazaba a mí mismo, que me levantaba para pasear y poder meditar más tranquilo, mientras el sonido del amor y del sexo llegaba a mis oídos, las risas y los requiebros de las dos increíbles hembras; mientras podía vislumbrar el contorno de sus cuerpos a través del tejido de la canadiense.
Y esperaba a que me llamaran.

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Siempre que he observado el mundo desde las cimas más elevadas, la desolación, la selva o el bullicio de una ciudad donde la gente habla un idioma extraño para mí, he sentido un profundo desconcierto sobre la base ideológica del nacionalismo, tanto si parte de una realidad étnica, como de una ficción cultural.
Mi fascinación por la física me ha convertido en un ser bien extraño, consciente que no soy más que un conjunto de partículas subatómicas, procedentes probablemente del estallido de estrellas a millones de años luz.
Contrariamente a lo que el actual sentido común dicta, no siento más empatía o solidaridad con mi especie, que con la pueda encontrarse en cualquier planeta sito en otra galaxia.

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viernes, 17 de mayo de 2013

CULTURA LIBRE, CULTURA PIRATA

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"CULTURA LIBRE, CULTURA PIRATA"

Un saludo y gracias por leer.

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domingo, 12 de mayo de 2013

HACE UNOS TREINTA AÑOS

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La conocí de muy joven, en Premiá junto a mis amigos. Sus abuelos eran íntimos de los míos, no obstante, pocas las veces coincidíamos. Bellísima ya de un principio. La mujer ideal para mi gusto, tierna, suave, educada en extremo y perfecta de cara y de cuerpo; sus ojos de color miel hacían pareja con su cabello. No sé cómo fue, mucho antes que mis amigos seguro, sin que ahora entienda el por qué, ya que por entonces era el más inocente de todos, el que menos sabía de mujeres y de sexo. Quizá fuera un detalle, un ambiguo gesto, que a todos pasó desapercibido excepto para mí. Lo cierto es que mucho antes de compartir charlas y confianzas descubrí su lesbianismo, y esas seguramente llegaran por eso, por la rotura de mi timidez al darme cuenta que nunca la podría conseguir.
Rouse era su amiga, pelirroja, escultural, exótica y atlética, una auténtica hembra; pero mucho más lejana y hermética, de modo que nunca pude hablar con ella. Siempre iban juntas y con dos amigos en sendas motos, como si fueran sus compañeros. En las pocas reuniones que coincidíamos siempre terminaban desapareciendo, dando a entender por tal como se expresaban, que lo hacían por sexo. No me costó mucho entender que ellos también eran homosexuales.
Años después la encontré en su refugio, un pequeño estudio de pintura. Días antes mi madre me había hablado de su divorcio, cuando yo ni siquiera sabía que se había casado.
-Descubrió que su esposo la engañaba con un hombre.
Me encogí de hombros y luego, ya en la calle, me reí con ganas.
Hablamos y recuperamos aquella leve amistad forjada por la complicidad. Ella siempre supo que yo sabía y me agradeció la discreción.
-Las miradas, los gestos y la manera como me hablabas no engañaban. Lo sabías y nos respetaste porque nadie se enteró por tu boca. Por entonces eso no era lo habitual.
No le pregunté el por qué de su matrimonio, imaginé que fue de conveniencia y por mantener las formas ante la sociedad. Tiempo después y por palabras escuchadas de manera dispersa, entendí que su riquísima familia había comprado su libertad.


Las ha invitado Vicki. Un encuentro fortuito junto a Joan. Los años cambian a la gente y lo que podía ser lejanía o simular olvido, se convierte en saludo, unas risas y la presentación de la compañera; y si a eso se le añade el gran extrovertismo de Vicki, la cosa termina con una invitación a cenar, para conocer mejor a la antigua amiga de su compañero, y la posterior e inevitable relación.
Estamos juntos recostados en el gran sofá. Para mí ha sido una sorpresa, agradable e inesperada. Irene siempre me ha caído bien y me gusta recrearme en su tranquila belleza. A lo lejos, a través de la puerta del pequeño garaje convertido en gimnasio y sala de placer, veo a Joan y a Vicki haciendo de anfitriones con gente que no conozco, mujeres en su mayoría, ya que la fiesta debía ser exclusiva para ellas, algo que Vicki no aceptó.
-Si se hace en mi casa vendrán Joan y nuestros amigos.
Esa es la condición que les impuso y así me lo cuenta mi vieja amiga, más tranquila al apreciar nuestro talante.
Apoyada en un rincón Anna observa, más satisfecha que maravillada, el espectáculo que se nos regala justo a nuestro lado. Amara está echada sobre una camilla de masajista, los brazos extendidos hacia atrás, forzados por un tipo que no conozco, que la besa y acaricia. Una chica tan joven como ella, menuda, de ojos grandes y negros, muy morena, casi como Mónica, de exótica belleza, le acaricia y mordisquea los pezones y, a veces, hasta la abraza y besa echándose sobre ella, formando una magnífica y erótica estampa con sus desnudos cuerpos en completo contacto. Y Rouse le devora y le acaricia el sexo con perturbadora maestría, por los gemidos que mi compañera emite casi con desespero, por cómo retuerce su increíble cuerpo, por los suaves y entrecortados alaridos.
-¿Dónde conseguiste esa preciosidad?
Y, ronroneando satisfecho, me río de su pregunta. No es la primera vez que me dice algo así esta noche. Antes me ha preguntado por su tendencia y sus gustos, cuando sorprendida ha descubierto que era mi compañera. Y yo, que ya no sé qué decir sobre eso, que a cada día que pasa le descubro una nueva faceta, le había respondido que, por lo que sabía, Amara ni era bisexual ni dejaba de serlo. Por lo que sabía, porque días atrás ella misma negaba lo primero, reconociendo lo maravilloso que era ser follada por según qué mujer.
-Disfrútala si te apetece, por mi no te cortes. –Le digo mientras miro a Anna con ganas de levantarme y charlar con ella.
Pero no, Irene no quiere, seguramente porque no es su tipo. Se parece demasiado a ella, al menos en belleza y feminidad, aunque Amara es bastante más joven y sexual.
Rouse de vez en cuando levanta la cabeza lanzándome una traviesa sonrisa. Le divierte, por lo visto, cepillarse a la extraordinaria hembra sabiendo que es mi compañera.
-¿Sabías que de siempre has gustado a Rouse?
Le miro a los ojos con cara de asombro, más fingida que otra cosa, porque ya nada puede sorprenderme.
-Nunca lo hubiera imaginado –respondo sincero.
-La de vueltas que da la vida. La mujer que más quiero se está cepillando a la del tipo que ya le gustaba de adolescente –me dice, mientras pasa su brazo por detrás de mis hombros, con gesto de cariñosa complicidad.
Y es cierto, nunca hubiera imaginado que la lejana y hermética Rouse, tan bella como deseada, no fuera homosexual y yo le gustara.
Un tipo alto, fuerte y absolutamente desnudo se acerca al grupo. Hace rato que observaba el espectáculo, aún vestido y sin atreverse a participar, pero ahora Rouse parece flaquear o a hartarse de ser tan activa. Y por Irene me entero que es su compañero, que parece pedir paso. La morena sigue abrazada y besándose con Amara, esta vez siendo correspondida; y el tipo que está a sus espaldas levanta el cuerpo de mi compañera para mostrarlo en todo su esplendor a su amigo. Rouse se acerca al sofá con una sonrisa, mientras Irene se levanta, como si quisiera dejarle el sitio. Pero antes me coge de la mano con fuerza, quizá para evitar una equivocada reacción por mi parte, porque el tipo, tan seguro como tranquilo, abofetea con fuerza el pecho de Amara y lo masajea y amasa sin contemplaciones, mientras ella lo mueve de un lado a otro provocativamente echando su cabeza hacia atrás. Y veo cómo sensualmente cimbrea su pubis simulando buscar el sexo del hombre que la violenta.

-Eres un hombre muy afortunado –me dice una vez sentada a mi lado, mientras observa el espectáculo.
Tú también, podría haber respondido yo, mientras veo cómo los dos tipos convencen a la preciosa morena y a mi compañera, de retirarse con ellos a un lugar más íntimo. Y Amara, la mujer más bella, inteligente, segura y fuerte de todas las que he conocido, me mira fijamente a los ojos lanzándome una sonrisa de complicidad.
Hablamos como hubiéramos tenido que hacer de adolescentes, de nuestro pasado, de cómo vivimos y del futuro que aspiramos.
Me resisto, o quizá no, quizá Rouse se dé cuenta que soy distinto, que no puedo ni siento la necesidad de acostarme con ella. Con Amara, Anna, Vicki y Mónica tengo más que suficiente. Y busco a Anna entre la poca gente que participa de la fiesta. Me gustaría que estuviese con nosotros, charlando con una mujer que a buen seguro le gustaría. Y pienso en Mónica, enemiga de este tipo de fiestas, y se me eriza el vello al recordarla.
A lo lejos veo a Joan y a Biel charlando con Irene, sentados en uno de los bancos del precioso jardín, satisfechos por el transcurso de la fiesta. Sé que pronto buscarán a sus chicas, principalmente a Amara, para pasar la noche con ellas. Y me vuelvo al sentir la desnudez de Rouse, el contacto de su piel con la mía, que, sin intención, busca la calidez de mi cuerpo para combatir el frescor de la noche; y la abrazo y beso, no por compromiso sino porque he sentido una tierna y extraña necesidad.

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miércoles, 8 de mayo de 2013

AHORA HARÁ UNOS TREINTA AÑOS

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                                      Ahora hará unos treinta años:

Jep está sentado a mi lado, también con las piernas en el agua, en la parte más baja de la piscina. Mónica dentro de ella, apoyada entre mis piernas y desnuda como nosotros. Hablamos del amor y de la amistad. Y les cuento algo que en su día olvidé en mi particular tintero, mi relación con Lourdes, hasta dónde llegó y lo poco que sé de ella, que es nada desde nuestra separación en Lima. Les explico parte de nuestra aventura en Perú y cuánto influyó en mi manera de ver la vida, el carácter de la joven francesa, su manera de cantar y de sonreír, cuando estábamos seguros que íbamos a ser ejecutados.
Acaricio la cabeza de Mónica, su nuca, sus hombros, me inclino y le beso la garganta, acaricio sus pequeños y duros pechos para poder disfrutar de su estremecimiento, mientras Jep nos observa tranquilo, casi ronroneando de ver tanta felicidad en las personas que más ama.
Es la primera vez que hacemos el amor así, frente a él y sin que ella se sienta cohibida, sin necesidad de hacer el sexo.
Amara y yo celebramos nuestro tercer aniversario, y qué mejor que hacerlo con las personas que más queremos. Ella se ha retirado debido a su dolor de cabeza, tan recurrente durante la primavera y el otoño, como extraño ahora al principio del verano. Y Mónica se vuelve hacia mí, y me besa el vientre, el pecho, me abraza y siento sus duros pezones en mi sexo.
Y por vez primera declaro mi amor hacia mi amiga hermana amante, frente a su compañero y mi buen amigo, tal como ella hizo, a su especial manera, tantos años atrás, al poco de conocernos y tras nuestra tórrida aventura en el Pirineo, con Joan y Carlota como testigos y sin esconder su sentimiento.
-Estoy enamorada de dos hombres que me corresponden. Mañana veré cómo se lo cuento a Jep, pero hoy soy la mujer más feliz del mundo.
Han pasado casi cuarenta años y aún recuerdo esas palabras, su mirada.

Y siento la presencia de Amara tras nuestro, cómo nos acaricia a Jep y a mí.
La medicación y unas horas de descanso, a oscuras y en silencio, han hecho su efecto.
Jep y Amara nunca han reconocido su amor, como si temieran hacer público lo que cualquiera ve en sus miradas, sus gestos y la manera con que se hablan; algo que, curiosamente, Mónica y yo no hacemos ni se nos nota, por ser más discretos o porque es natural en nosotros.
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No se trata de reinventar ningún sistema sino de deconstruir el actual con absoluto realismo y, aprovechando su estructura, construir uno de nuevo. No se trata de subvertir el orden de las cosas sino de ponerlas en su sitio.
No es lógico que una pequeña empresa necesite para sobrevivir márgenes más pequeños que una de grande, mientras nuestros gobernantes intenten favorecer a esas en detrimento de las pequeñas en aras a la competitividad. No es lógico que para conseguir beneficios o mantener el crecimiento de una gran empresa, se necesite producir a miles de kilómetros bajo el yugo de un sistema esclavista, con la excusa de la competitividad.

Es tan injusto el actual sistema impositivo progresivo, como que un trabajador base apenas pueda subsistir con el producto de su trabajo, y que para ello necesite la ayuda del mismo Estado que ha provocado su pobreza. Es inmoral que dicho Estado quiera mantener esa dependencia para subyugar a dicho trabajador, con la excusa de defender un sistema de bienestar social ficticio.
Es incomprensible para cualquier inteligencia, que un individuo no pueda cubrir con su trabajo el mínimo indispensable para subsistir.
El sistema impositivo por el trabajo y lo que lo promueve, debería ser suplido parcialmente por otro sobre el beneficio especulativo o de las rentas por el capital. Por otro lado habría que imponer un impuesto sobre el consumo parecido al actual IVA, pero más variable, que gravara en mayor medida y de manera progresiva los productos de más precio u ostentosos; de modo que, por ejemplo, un automóvil utilitario tuviera un gravamen la mitad inferior que uno familiar y la cuarta parte que uno lujoso. También debería imponerse un arancel social a los productos provenientes de países o empresas sin cobertura social, de manera que, por ejemplo, un automóvil fabricado en Italia y vendido en Noruega, fuera gravado con un valor proporcional a la diferencia de cobertura social entre los dos países. Y así progresivamente según un cálculo renovable cada año según el país y su entorno. En el caso de la UE esos fondos podrían ser recaudados y redistribuidos por el mismo BCE, para proveer el fondo de estabilización. Y en el caso del resto del mundo, debería crearse un banco de ámbito mundial que atendiera directamente los déficits sociales de cada país en la medida de su disponibilidad. Lo que conllevaría un aumento de riqueza, educación y trabajo en los distintos países subdesarrollados, aparte de promover que sus respectivos gobiernos hicieran el esfuerzo de crear su propio sistema de cobertura social, para, por un lado rebajar el arancel y por otro ser ellos quienes controlen el sistema.


jueves, 2 de mayo de 2013

AMOR, AMISTAD Y MÁS SEXO

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Todo empezó en nuestra casa de la Cerdanya. Recuerdo que hacía buen tiempo, también que estábamos junto al fuego, quemando, supongo, viejas maderas o restos de una reparación. Fue Anna quien lo propuso al recordar nuestras preciosas fiestas. Amara cumplía años, veintidós para ser exactos, y, cómo tiempo atrás, decidimos homenajear al afortunado a nuestra antigua manera. 
-Le podríais hacer uno de vuestros masajes -nos dijo con tanta picardía que había que ser tonto para no darse cuenta de su intención.
Mónica se reía con su característica carcajada, rota y seca, mientras Vicki la animaba bromeando sin cesar. -Anda, desnúdate de una vez, que queremos ver cómo se empalman como tontos.
Y lo hizo con cuidado, lenta y delicadamente, cubriendo sus senos con un brazo simulando frío, mientras que con la otra mano escondía su sexo. La cabeza un poco caída hacia delante, aparentando vergüenza, con el pelo cubriéndole parcialmente la cara. Y sentí las miradas de admiración, la parálisis de mis amigos, absortos en la increíble hembra.
-Échate sobre la mesa.
Otra vez Anna, con voz segura pero sin autoritarismo, como si dictara los tiempos a seguir. Entonces me di cuenta. Todo había sido orquestado por ellas, aprovechando que por una vez estábamos las cuatro parejas sin invitados. Amara seguía un orden, obediente y segura, pero temerosa porque cada uno de sus gestos hacía más difícil una posible vuelta atrás.
Obedeció ya riéndose, no sé si de nervios o porque sabía que era el último paso y había tomado su decisión. Se extendió a todo lo largo de la mesa, con las piernas ligeramente abiertas descubriendo su pubis finamente recortado y depilado, y arqueando su magnífico cuerpo al echar los brazos hacia atrás.

Miro a Jep y sonrío, no sabe esconder su excitación. Hace días lo llamé, tal como él había hecho conmigo tantos años atrás. Había tenido una aventura con Amara e, igual que Mónica para con él entonces, fue ella quien me la descubrió, pero no como cualquiera hubiera esperado. Mi compañera era consciente que yo no aceptaría ninguna explicación.
-Si te acuestas con alguien no tienes por qué contármelo ni excusarte. Es tu vida, eres libre y tan mía como yo tuyo -le dije al dar comienzo a nuestra convivencia.
Lo de Jep lo esperaba, se respiraba en el ambiente, en sus miradas y en las palabras y gestos que se dirigían. La historia de Mónica y mía se repetía, esta vez con nuestros respectivos compañeros.
-¿Te sabe mal que me depile el pubis?
-Al contrario –respondí extrañado
-Es que a Jep le gusta así, pero si quieres lo dejo tal como está.
Eso me dijo una semana antes de su aniversario.
Joan me mira a los ojos y me levanto. Vuelvo la cabeza y pregunto a Jep -¿Vienes?
Hasta yo, acostumbrado a su rotunda belleza, a su desbordante sexualidad, siento turbación y no puedo más que admirarme por lo que veo.
Es Biel el último, paralizado en su silla, que recibe un codazo de Anna. Sé que le gusta, pero de manera animal, sin atisbo de empatía. Biel considera a Amara una niña excesivamente artificial, como si su extraordinaria y sexual belleza fuera un impedimento, aunque no lo tenga con Mónica, más refinada y atractiva a un primer golpe de vista.
La obligamos a dar la vuelta y empezamos a acariciar su espalda, su nuca, sus glúteos... como solo nosotros tres sabemos, porque Biel consigue quedarse al margen. Y sentimos como se le eriza la piel, se tensa su cuerpo, los pequeños alaridos de satisfacción. La mordemos, besamos y hacemos que vuelva a su posición original. Ahora son sus gemidos, el temblor de su cuerpo, la fuerte y entrecortada respiración. Mónica se acerca y nos entrega un pequeñísimo vibrador, demostrando hasta qué punto lo tenían todo preparado. Nos reímos.
-Si necesitáis uno de grande lo decís -me dice con un guiño, consciente que lo reconozco como el que Joan y yo le regalamos hace años y que traje de un viaje a París.
No lo resiste, su excitación es demasiado intensa y nosotros sabemos cómo reventar de gusto a una mujer. Grita, se retuerce y arquea su cuerpo, que es sacudido por fuertes espasmos. La acariciamos y besamos, incluso Biel parece excitado por el fuerte orgasmo y el generoso abandono del increíble cuerpo. Y ella se abraza a Joan, el más cercano a sus ojos, lo besa con ternura mientras él me mira más divertido que sorprendido. En este momento podríamos hacer lo que quisiéramos con ella, pero preferimos seguir el protocolo del juego y dejar que descanse, y que las brasas que hemos encendido ardan poco a poco hasta convertirla en un horno.
No necesitamos ninguna excusa para retirarnos a la cama muy pronto, el ambiente lo demanda y no solo a ella. Separamos la habitación con una cortina y nos acostamos, Jep y Amara en una cama y Mónica y yo en otra. Es la primera vez que hacemos algo así, un cambio de parejas sencillo y clásico, sin intención, morbosidad, ni haberlo pactado; y así será a partir de ahora siempre que podamos. 
Me gusta el sonido del sexo a través de la gruesa manta que nos separa, nos gusta, aunque a Mónica parece no motivarle demasiado. Mi amiga hermana amante nunca ha sido muy dada a exteriorizar sus emociones, salvo en contadas ocasiones.
A media noche entra Joan a la habitación y me sacude con suavidad.
-Popol, hagamos un cambio.
Y me río de su aturdimiento de ver a Mónica a mi lado. La despierto y en voz baja le pregunto si le apetece. Y Joan, una vez controlada la sorpresa del primer momento, espera pacientemente su respuesta. No era lo que esperaba ni más deseaba, pero nadie le hace ascos a un buen polvo con Mónica.
-Tengo sueño, pero si tu quieres...


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