viernes, 29 de marzo de 2013

AMOR, AMISTAD Y SEXO

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Dibujos provenientes de Irán

En caso de ser vivido, el relato es natural, de tal que carece de emociones forzadas por el artificio. El relator se convierte en cronista incapaz de juzgar. Escribe casi con frialdad, como si su participación en la historia se limitara a la de un simple espectador sin ánimo de protagonismo.

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A veces siento la necesidad de escribir sobre historias de sexo, tal como hice muchos años atrás al dar comienzo este blog. Que después de instalar un contador de visitas, descubrí que llegaba a las doscientas, más en algún caso, y que, excepto unos pocos a los que les interesaba la historia que realmente intentaba contar, la mayoría entraba por morbosidad; y que no había sido descubierto por palabras aisladas, ya que el texto era cuidado en extremo, sino por la naturaleza del escrito. Y más preocupado que sorprendido empecé a evitar ese tipo de escenas, siempre que la historia no lo requiriese, y, en caso de hacerlo, de modo tan sutil que no cabía su lectura por él. Como resultado el número de visitas cayó, primero pasó de doscientas a algo más de cuarenta para, luego, solo llegar a las veinte. Ahora tengo una media de trece visitas diarias, aunque también he descubierto que el contador falla bastante y obvia unas cuantas.
Hace unos días una de mis mejores amigas hizo que recordara aquellas historias. –Me gustaban -reconoció.
Siempre he tratado el sexo de la misma manera, considerándolo uno de los mejores ejemplos de libertad, principalmente de la mujer. Sin él mi historia es inconcebible, pues forma parte de ella en todos los sentidos, de modo que me es imposible evitarlo. Y en mis escritos lo empleo para mostrar, tanto ese ejercicio de libertad como la personalidad de los personajes descritos.
Hoy he rememorado una de ellas, también lo que Jep, Vicki y Joan me comentaron no hace mucho.
-Fuiste tú quien empezó, el que nos embarcó en esta forma de vivir y de relacionarnos.
Les faltó decir: tan emocionante y divertida, porque así es el sexo cuando es tratado y ejercido con absoluta libertad y sin ningún prejuicio, aparte del mejor medio para aprender a respetarse y amarse. Pero se confundieron, yo aprendí a tratarlo así gracias al ambiente de mi comuna, a la liberalidad del hipismo y, sobre todo, a Anna.
Al repasar mis viejos escritos me doy cuenta que si volviera a hablar sobre esas historias caería en la redundancia, porque no son tantas las que podrían destacar, por lo menos para el lector normal. Aunque es posible que solo sea una apreciación mía y lo que para nosotros es normal, podría ser excepcional para la mayoría. Hace poco, hablando con unos jóvenes amigos, liberales por sus conversaciones y progresistas por sus actos, sobre nuestras pequeñas fiestas de fin de semana, me miraron como a un extraterrestre. Y descubrí que lo que para mí era normal y hasta modoso, para ellos era de un salvajismo brutal.
-¿Cada fin de semana organizabais orgías? –Me preguntaron escandalizados.
Y no, ni mucho menos, pero preferí callar. Me di cuenta que una sencilla fiesta íntima con algún invitado, ellos la trataban de desenfrenada orgía; de modo que me abstuve de precisar mi consideración sobre eso último.
En realidad nunca he sido amante de este tipo de fiestas, de las nuestras sí, pero no de una orgía, que nunca sabes cómo termina ni conoces a la mayoría de los que participan. Iba por los demás, principalmente por Jep, Joan, Vicki y algunas veces Amara. A Mónica le daba lo mismo, dando la sensación que lo hacía por lo mismo que yo, aunque luego desapareciera con tipos de su gusto. Biel venía por Anna y de ella nunca entendí por qué, de modo que los tres terminábamos haciéndonos compañía en el mejor rincón que podíamos encontrar; mientras que Susana y Pierre creo que solo asistieron a las organizadas por nosotros. Amara era distinta y, aunque le gustara más la caza, este tipo de fiestas colmaban su gusto por el exhibicionismo; sin embargo, pocas veces encontraba alguien que cubriera sus expectativas. Para ella las orgías eran un escaparate sin vida ni emoción y, lo más importante, con mucha gente que no la enriquecía o con la que no sabía cómo interactuar. Era más excitante y productivo el día a día, sus salidas con Mónica y Tessa y escoger sus presas.
De estas fiestas solo recuerdo haberlo pasado bien con dos mujeres, una me dejó un precioso recuerdo, aunque solo de una noche; con la otra entablé una divertida relación que quizá durara un par de meses, lo que tardó en encontrar un compañero estable.
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Cada civilización tiene su biblia, la nuestra quizá sea la más puritana y violenta, la más asexuada de todas. Hay otra, no sé de qué civilización procede, que explica el primer encuentro del hombre con la mujer, de manera muy distinta a la nuestra.
El hombre, después de vencer en una corta lucha por el agua de una fuente y con la mujer caída a sus pies, estupefacto descubre lo diferente que es. Y ella, más astuta que él, le dice: échate a mi lado, te enseñaré para qué sirven tus órganos. Y le acarició su pene hasta hacerlo dos veces más grande y montó sobre él, y el hombre sintió un gran placer. Pasado un tiempo él sintió la necesidad de probar e hizo que la mujer yaciera bajo suyo, y tanto le satisfizo el poder que sintió, que desde entonces lo prefirió al placer.
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Anna nos enseñó a regalar nuestro cuerpo y nuestro espíritu, a hacerlos apetecibles para ser seducidos, a disfrutarlos, cuidarlos y tratarlos con el justo intercambio de delicadeza y de  rudeza; a sentir, hombres y mujeres, las mismas necesidades eróticas y físicas, y a prolongarlas mucho más allá del sexo. Y lo hizo con unos tipos que se creían maduros, a la vuelta de todo y a través de los años, como si ella también estuviese aprendiendo.

Y luego, cuando algún invitado, conocedor y partícipe de nuestra manera de pensar y vivir, venía de fin de semana, terminaba, si no escandalizado, aturdido y preocupado.
-Eso no puede terminar bien –decía, igual que Mila tantos años atrás, cuando éramos mucho más jóvenes y empezó a frecuentar nuestra casa pirenaica.
-Eso no puede terminar bien, Popol; es una quimera –decía perpleja por lo que estaba experimentando. Sin embargo, terminó mejor de cómo había empezado.
La amistad lo puede todo y sin límites, tal como se demuestra en los momentos más terribles, cuando está en juego mucho más que la sensación de propiedad entre una pareja.
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Pero hoy quería hablar de una mujer en particular, de Tessa, una de las mejores amigas de Amara.
Pelirroja, con el pelo ondulado hasta los hombros, estilizada, muy bonita y con un precioso cuerpo; siempre con una alegre y sincera sonrisa, acompañada de una voz melosa y sugestiva, inteligente y con mucha personalidad. Tessa había estado a su lado en los momentos más difíciles, como en los mejores y más amables. Se conocieron de adolescentes y decidieron seguir la misma carrera: enfermería. Entraron y salieron juntas con casi la misma nota, las mismas matrículas y becas, y juntas también buscaron trabajo, que consiguieron en el mismo hospital. La conocí el día de nuestra boda, antes según Amara, pero no recuerdo. Solo sé que estaba sola y la hicimos sentar a mi lado, algo que provocó bastante desconcierto entre los camareros, poco acostumbrados a unos recién casados vestidos como sus impresentables invitados.
Tessa solía frecuentar nuestras fiestas, siempre desde una posición tranquila, sin involucrarse sexualmente, pero sin esconder su extrovertismo y falta de prejuicios. Pronto me di cuenta del por qué. A Tessa le gustábamos Jep y yo, a él lo conocía de antes por una casualidad vecinal de familias, pero no era eso lo que provocaba su reserva sino su relación con Amara. Para ella, tanto Jep como yo éramos piezas del coto de su amiga. Mónica no importaba, por mucho respeto y simpatía que le profesara. 
Todo empezó una tarde de mayo en casa de Joan, creo que celebrando el aniversario de Vicki. Aquella noche fue extraña, quizá por la situación, que Mónica no estuviera o que la misma Amara la hubiese animado. Yo me había echado sobre un colchón, fatigado de la fiesta y, por primera vez en mucho tiempo, en solitario. Recuerdo que no sentía amargura o envidia, ni siquiera ansia; incluso es posible que sintiera calma y la libertad que ofrece la solitud. Amara estaba bien, acompañada por Jep como debía ser en una de nuestras fiestas de fin de semana. Lo extraño quizá fuera que no estuviéramos los dos con ella, para disfrutarla y para que nos disfrutara. De pronto oí abrirse la puerta del gimnasio, se encendió la luz y era ella, preciosa, con su sempiterna sonrisa y su cabello, brillante y cobrizo, cubriéndole parcialmente la cara.
-¿Me haces sitio?
Me aparté sabiendo lo que pretendía. Sentí el fuerte pálpito de mi corazón, siempre la había deseado, pero, aún no sé por qué, nunca la abordé ni intenté seducirla. Por su cabello se notaba recién duchada. Llevaba un chaleco abierto, solo eso, aparte de sus bragas. Se desnudó y se tumbó a mi lado. Me puse de lado y sonreí, aún sentía los latidos de mi corazón y me lo tomé con serenidad, pensé que hablando me pasaría el sobresalto y, de paso, podría organizar un buen preliminar. Charlamos, pero estaba claro que con su sensual y retadora forma de hablar, en la cama y desnuda, sería muy difícil controlar mi instinto. Y me contó, mientras acariciaba mi pecho, que, al igual que Vicki, era bisexual y se sentía muy atraída por Amara y por mí.
Un cuarto de hora más tarde, cuando empezaba a sentirme seguro para tomar la iniciativa, volvió a abrirse la puerta, esta vez era Amara, desnuda y espléndida, riéndose con ganas al ver mi aturdimiento.
-No quería dejarte solo y Jep ha marchado a su casa. ¿Me hacéis sitio?
El colchón era demasiado justo para tres y me aparté a un lado para arrastrar otro que había cerca. Ellas, forzadas para no darme la espalda, se reían de la situación mientras hablaban de sus cosas. Me di cuenta que tenían mucho más por compartir entre ellas que conmigo; pero lo que más llamó mi atención fue la sensual voz y las tiernas caricias que Tessa prodigaba a su amiga, de la misma manera que había hecho conmigo. Me levanté y me situé en la cabecera del colchón, y sentado empecé a acariciarles la espalda desde la nuca hasta la rabadilla y los glúteos, suavemente con las yemas de los dedos, solo rozando como si estuvieran hechos de aire, luego con las uñas, pero tan levemente como antes. Y aprecié la enervación de sus pieles, sus suaves y divertidos gemidos, y cómo sus cuerpos empezaron a acercarse el uno al otro, a rozar sus vientres y sus preciosos pechos. Y llevé mis manos del centro de las espaldas a sus nucas, en un masaje que debió ser irresistible porque se abrazaron y besaron. Yo me divertía como pocas veces, era la primera vez que provocaba algo así, tan intenso y deseado entre las dos amigas, pero igual de reprimido. Me trasladé a sus pies y empecé a acariciarles los glúteos y los muslos, primero con extrema suavidad y luego presionándolos con un punto de fuerza.
A los pocos minutos noté que sobraba y me levanté para dejarlas. Primero fue Tessa, que alargó la mano para evitarlo. ¡Y su mirada, y otra vez su melosa y sugestiva voz, la manera de mover su boca! Me acerqué con timidez, y Amara, ya sin tanta contemplación, me atrajo obligándome a caer entre las dos.
Al día siguiente, aún aturdido por lo sucedido, le pregunté por su improbable bisexualismo. Primero había sido Vicki, luego Anna y ahora Tessa, en mi compañía y con una intensidad apabullante.
-Son mis amigas ¿no harías lo mismo tú por Jep?
Y pensé en mi amigo, en nuestras experiencias amagadas por su prohibición de hacerlas públicas, y en mi absoluta e inquebrantable heterosexualidad. Y la comprendí.


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martes, 19 de marzo de 2013

MY LAI (EL HORROR)

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Mujeres y niñas violadas y asesinadas por valientes soldaditos americanos
William Calley


No fumo ni bebo, con un lápiz, una libreta y una goma me basto; y con la bicicleta engrasada y una cámara de repuesto ni te cuento. Solo necesito amigos y de eso tengo bastante. Y tengo a Amara y a Mónica muy cerca, a Mila navegando por el mundo y a Anna en la selva birmana.
¿Qué más quiero?
Nada. Y si más hubiera, sería añadido.
Escribo sobre el pasado, el presente y el muy incierto futuro. Lo primero sin melancolía, lo segundo vivo como nunca, y lo último solo para dejar constancia que no soy estúpido. Y de vez en cuando recuerdo historias y anécdotas difíciles de contar, pero no imposibles, porque termino explicándolas con menoscabo de lo que pueda pasar.
Y sin embargo, escribo este artículo mientras hago la última corrección a mi segundo libro; y censuro párrafos enteros, en los que el sexo es demasiado explícito, sin necesidad para la comprensión de la historia que pretendo contar; y retoco las páginas o elimino las frases que reflejan un exceso de brutalidad y de violencia, más por lo que mis hijos puedan pensar, que el resto decir.
He aprendido a callar y a escuchar, sin olvidar lo difícil que puede llegar a ser la convivencia para un tipo de cuchillo fácil, al que solo le espanta la sangre que sale en las noticias, que supo culpar de haberse manchado con ella a quien yacía a sus pies, que aún hoy lo hace mientras lo insulta sin remordimiento.

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Me gusta entrar en los blogs de Olga y de Maite, leer sus escritos, mucho más reales los de Olga, quizá porque son crónicas políticas y de revuelta, en cambio del relato de una guerra.
Cuesta mucho escribir el horror vivido en forma de novela, por lo menos para mí, pero aún más hacerlo sin la complicidad de la posible fantasía.
Todavía no he podido terminar mi tercer libro. Ahora hace un año lo intenté, sin ningún éxito por cierto. Y eso se ve en lo mucho que alargo un viaje poco atractivo, como si intentara gastar las palabras y las páginas antes de llegar a lo inevitable.
A veces miro fotos de guerra, en busca de algo parecido a lo que vi allí, en una aldea del Altiplano. Pero no, ninguna podría, seguramente porque parecen sacadas de una película de Hollywood; porque las imágenes no pueden compararse con la realidad, aunque hayan sido extraídas de ella.

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Hace unos días recordé la matanza de My Lai, seguramente el episodio que marcó el comienzo del final del imperio más efímero de la historia. Yo no supe nada de aquella aldea hasta el juicio del malnacido William Calley. Entonces vivía con la que consideraba mi familia, en la comuna de Horta. Mi buen amigo Bill, el desertor norteamericano, nos explicó lo sucedido y el horror que entonces sintió. Dos meses más tarde salí hacia Cachemira, donde yo mismo vi algo parecido. Pero eso es otra historia, incomparable con lo de años después, ya siendo un hombre, en aquella aldea rodeada de desolados cerros.


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martes, 5 de marzo de 2013

LO QUE HOY BUENO, MAÑANA PUEDE SER MALO

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El que hoy es bueno mañana se convierte en malo, si no él sus herederos, así lo veo y por eso ya nada me emociona.
Lo que hoy es pequeño y se crea con la mejor intención, mañana terminará siendo grande y dañino para la gente por la que fue creado. La Caixa es un buen ejemplo, ella y el resto de cajas de ahorro, montadas con los mejores propósitos, llenas de podredumbre y convertidas en máquinas de hacer dinero a costa de los débiles, para engordar, en sus últimos momentos, a las clases dominantes. Y sus estatutos se cambian o se transforman a la medida de los jerarcas de turno, que legislan para apropiarse de ellas y hacer lo que les venga en gana con el ahorro de otros.
El humano es ambicioso, egoísta y territorial por naturaleza, de no ser así no sería animal ni tendría tan despierto el instinto de supervivencia. En el hormiguero, que es donde vive, intenta predominar sobre sus semejantes porque no los considera como tales, y fuera de él pretende apropiarse del resto de nidos colindantes por muy primos cercanos que sean sus habitantes. Lo que debería ser cooperación se convierte en conquista y el comercio en matanza.
Si el humano siguiera lo que le dicta su moral en cambio de su instinto, hoy ya sería dios, por lo que no necesitaría de ninguno.
Y eso lo cuento después de dar una vuelta por esa banca a la que llaman ética y transparente, tras consultar a FIARE para conocer de primera mano si vale o no la pena proponer a mis compañeros entrar en su accionariado.
-Los nuevos socios deben ser aprobados en asamblea. Para entrar o conseguir un crédito el beneficiario o accionista debe estar limpio o, en pocas palabras, no intervenir en guerras y en estafas y demostrar transparencia. –Eso me dice el tipo que me atiende, con una seguridad digna del mejor vendedor de apuestas.
-¿Y qué socios tenéis? Porque a mi modo de ver el mero hecho de ser un partido ya condiciona, por éticos y trasparentes que seamos los piratas. –Pregunto inocente.
-OH. No hay problema, ICV y el PSC ya son socios.
Y, claro, pego un respingo. De ICV nada que decir, demuestran ética en lo que les dejan y trasparencia en lo que pueden, pero, ¿el PSC? Y el tipo me mira desolado.
-Yo voté en contra, pero la mayoría lo hizo a favor –dice a modo de excusa, como si eso solucionara el problema.
Me río y le explico que no sé qué opinarán mis compañeros sobre el tema, ya que nosotros somos tan trasparentes y demócratas como su banco, aunque a mi entender bastante más éticos. El PSC ha apoyado el envío de soldados a una guerra que nadie sabe lo que es, buques de guerra a un golfo para intentar sacar algunos barriles de petróleo y patrulleras para defender a pesqueros corsarios; eso sin contar que no saben qué es eso de trasparencia y que la ética se la pasan por el forro.
-La verdad, no sé qué dirán, pero sí lo que aconsejaré; pero somos tan demócratas que yo no soy nadie para decir el qué y hasta es posible que se apruebe entrar.
Eso dije, con toda la sinceridad, al pobre empleado que me atendió.

Ayer chateé con mi nuera.
-Ya he terminado la primera lectura de tu autobiografía y me ha gustado mucho.
-Solo es una novela.
-No digas tonterías, todas las buenas novelas son autobiográficas.
Tardé unos segundos en buscar la respuesta, demasiados, porque de inmediato saltó una nueva frase, excesiva para mí esta vez.
-Debe ser terrible para un hombre no estar seguro de si ha actuado bien.
¿Por qué esa última frase, si sé que me quiere?
No quise seguir hablando sobre el tema y le pregunté si había encontrado muchos errores.
-Pocos, los normales en un caso como este.
Para mi nuera pocos puede significar dos o tres por página. Y por ser la primera lectura unas cuantas frases subrayadas. Me despido de los dos, de ella y de mi hijo, aún con la frase rondando mi cabeza.
¿Qué habrá querido decir la muy condenada?
¿Quién puede estar seguro, justo antes de su muerte, de haber actuado bien?
Un hombre sencillo sin duda, pero ¿lo soy?


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domingo, 3 de marzo de 2013

FEMINISMO

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Un islamista tapa la boca a Shahenda Mekled


Enlace a: tapando la boca a Shashenda, de Olga Rodríguez




Fui allí para conocer a Olga Rodríguez y escuchar algo de la historia por su propia voz y no me defraudó. Hablar con ella no pude, solo saludarla, dado el lugar y la gente, mi timidez y probablemente la suya. Sin embargo, tuve suficiente para saber qué hacer y proponer a mis compañeros, también que puedo llamarla si consigo hacer lo que tengo en mente.

La reunión no fue como esperaba, sus compañeras se mostraron sectaria y excesivamente radical. Tres feministas al mejor estilo de Lidia, a la que conocí a los diecinueve, en las reuniones que se organizaban en nuestra casa, la comuna de Horta. Ya entonces su feminismo era excesivo, sobre todo para nosotros, incluso para Anna y Mila, presentes entonces y las mujeres más fuertes e independientes que había conocido hasta aquel momento.
Violaciones por parte de nuestra policía las había casi diariamente, ultrajes y abusos por la condición femenina de los detenidos. Porras en la vagina al más puro estilo de cine porno; penetraciones con guantes de látex, con la excusa de revisar su virginidad, mientras recibían insultos y golpes. 


Y recuerdo...

Cuando Mónica me los señaló a lo lejos, para demostrarme el compañerismo y la solidaridad de los que luchaban con ella en primera línea. Eran tres amigos, dos chicos y una chica, siempre combatían juntos y si uno caía los otros dos lo ayudaban. Nunca pasó nada hasta el día que uno de ellos cayó con mal pie y se torció el tobillo justo enfrente de una carga, sus dos compañeros intentaron socorrerlo y al ver que no había tiempo se quedaron con él aguardando a los perros.
Primero la paliza, luego los arrastraron hasta el furgón y los arrojaron dentro a golpes de porra. Pasaron varios días en la comisaría y luego quedaron a disposición judicial. Al principio los torturaron, a ellos hasta perder algún diente y no poder andar durante varios días. Dos meses más tarde el abogado consiguió que salieran sin cargos. Las cosas eran así entonces, más por revancha que por costumbre, ya que la policía andaba desquiciada y perdiendo terreno día tras día, sin saber de dónde provenía tanto golpe.
Me los señaló con disimulo, nuestro protocolo impedía llegar más lejos, estaban sentados en un banco con las jarras sobre la mesa riéndose de algo que de tan lejos no supe, y la saludaron con una seña.
-No parecen tocados.
-A ella no la torturaron demasiado, al principio un poco, pero luego siguieron solo con los ultrajes.
Y ante mi sorpresa por su modo de expresarse, respondió que ser mujer solía ser mejor, ya que no había tanta paliza y tortura, que aquella chica nunca se quejó de su suerte sino de la que sufrieron sus compañeros por ser hombres.
Si caías en malas manos por entonces las cosas funcionaban así. Los perros acostumbraban a ser misóginos, llegados de pueblos de Castilla o del extrarradio de algunas ciudades de la España más profunda. Los interrogadores sabían hacer su trabajo o lo creían así, era una guerra y había que desmoralizar al prisionero enemigo, humillarlo hasta hacerle perder su condición de humano. Con los hombres era relativamente fácil, solo había que apalizarlos para demostrarles que eran nadie, que su suerte dependía del humor de otro. Estoy seguro que ellas al ser más duras resistían mejor este tipo de humillación, de eso que el torturador utilizara la otra.
Carlota me había contado algo parecido, de compañeras de facultad que habían sido detenidas y ultrajadas, pero siempre por manos femeninas. Al parecer a los nuestros les reservaban interrogadores más especializados.
Recuerdo la irritación de Mónica cuando supo lo sucedido. La norma en su grupo era escapar, por el coste humano que representaba un combatiente menos, y también mi respuesta.
-¿De qué te quejas si eres la primera en dar mal ejemplo?
Qué paradoja la mía, que consideraba bueno abandonar al compañero caído, cosa que ella nunca cumplió y que yo tampoco hubiese hecho.

Y recuerdo a Rina, mi compañera de comuna llegada de Fez con su niño a cuestas, despreciada por su familia por ser madre soltera, y huída de Marruecos por no querer trabajar de prostituta, el único oficio que les quedaba en su país a las mujeres de su condición. Y a Sole, la chica de diecisiete años, que llegó con su niña recién nacida desde Málaga, repudiada por su familia, que quería obligarla a abortar en el cuchitril de una curandera. Y a nosotros, que cuidamos de las madres y de los niños.
Y tantas cosas recuerdo, que se me hace difícil que alguien pueda enseñarme qué es feminismo, cuando ni Lidia pudo conseguirlo entonces.

Una conferenciante habla de la idoneidad de mantener las cuotas en el sistema político, y se queja que no es oro todo lo que reluce en su partido con respecto al sexismo (prefiero nombrarlo así).
Cuotas por qué, estoy a punto de preguntarle, pero conociendo su sectarismo prefiero callar. Las cuotas impiden que el mejor salga elegido, solo condicionan y relegan, son un insulto a la inteligencia y a la valía de las personas, y un desprecio para el que consigue un puesto por su género.
Hace tiempo era difícil ver una médica en España y hoy es más fácil encontrarla que a un médico, y no por falta de interés de los hombres sino por la mejor preparación de las mujeres.
¿Encontraría razonable la misma conferenciante, que en la facultad de medicina se impusiera un sistema de cuotas? Seguramente no y con toda la razón, la misma que tengo yo para rechazarlo en los partidos políticos.
No quiero mostrar mi condición de integrante de la junta de Pirates de Catalunya, nadie me ha invitado como tal, ni a ninguna de mis compañeras, tan válidas como cualquiera de las tres para hablar de feminismo y más sobre el 15M. Tampoco quiero explicar que en nuestro partido de mayoría masculina, el Secretario General saliente es mujer, así como el entrante, el nuevo Secretario y uno de los vocales; y lo son por electos. Estoy seguro que a ningún pirata se le ocurriría el despropósito de proponer cuotas y ellas aún menos.

En España el feminismo está de más, ya no sirve como defensa de la condición femenina, a menos que la mujer que lo reclama padezca complejo de sexo débil.


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