lunes, 16 de enero de 2012

ANNA, SIEMPRE ANNA... A vuela pluma

________________________________________







La cena es amena, podría serlo más, pero Mónica parece apocada, quizá por haber recibido noticias de Anna, de su estado de salud, tan fuerte por fuera como quebrantado por dentro. Es la primera vez que recibimos su correo al unísono, como resultado de mi audaz, temerario, osado… me río, suicidio.
-Popol, lo que has hecho es un suicidio –me dijo entonces, con una bien dibujada y sincera sonrisa.
-Si sale bien no –respondí tranquilo.
Salió bien. Era tan insospechado, arriesgado, desconcertante, insólito… me río, que tenía todos los números para salir bien. Estaba calculado y si no, pues a la mierda.
A veces pienso que la busco, tanto que lo que es suerte parece infortunio; pero no, ni hay suerte ni es infortunio sino el producto de una formulación bien planteada.

La cena transcurre agradablemente. Jep es un gran anfitrión, aparte de buen cocinero. Lo observo, no parece desconcertado o perturbado, como ahora gusta decir entre los culturillas de última hornada. Enfrente están los dos gigantes, Mario y Claudio, justo al lado de Mónica y de Amara, que no sabe de qué va la cosa, atentos a sus gestos, a su semblante preocupado. A mi lado el químico y el ingeniero, un poco más lejos el gran Dioni, nuestro enlace con la CNT; a su lado la dulce, tierna y valiente Sara, a la que no conoce. Junto a Jep está Tomás. Faltan Helena y su amigo, del que ahora no recuerdo el nombre; pero, qué más da si ninguno es el real, ni siquiera el mío. Solo Anna, siempre Anna.
-Acuérdate, será la primera semana de marzo, sobre todo no te olvides, y donde siempre.
Esta vez será una calçotada y vendrá Helena, también Julio y algunos más, como Jordi. Quizá consiga que venga María, aunque con lo sentida que es, tal vez le dé coraje encontrarse con Jep, enfrentarse al hombre que manipuló.

-¿Por qué no te dedicaste a la política, Popol? Quizá las cosas no serían como son, te habríamos seguido…
-Porque éramos soldados, militares o lo más parecido a eso, y los soldados no hacen política –respondí entonces, ahora hace un año, en una calçotada parecida.
Podría haber dicho que no estaba preparado, que ninguno lo estaba; pero, ¿quién de los que hay lo están?
Qué más da, pienso. Seguramente habríamos terminado fatal, las cosas ya habían sido decididas y nosotros nos habríamos convertido en un estorbo, lo sabíamos y nos habríamos enfrentado como sabíamos, de la única manera que conocíamos, y nuestro tiempo ya había terminado. O no, quizá no, quizá hubiéramos triunfado y todo sería distinto, radicalmente distinto, peor o mejor; pero ahora qué más da.

Observo a Mónica, sus ojos se cruzan con la míos, le sonrío, intento infundirle tranquilidad. Anna saldrá de ésta, intento decirle con la mirada.
No es malaria, hepatitis… es su corazón, sus riñones, su hígado. Nada que no pueda curarse con un buen tratamiento, aquí o en cualquier lugar, con buenos médicos, con buenos aparatos. Pero no quiere abandonar a sus amigos, a su gente; no quiere ser distinta, ser más que ellos, antes prefiere la muerte. Mónica me mira y sé lo que piensa, Hoy mismo ha hablado con Biel sobre lo que cuesta un billete. Tal vez sea ella la que falte a la calçotada.

.

2 comentarios:

  1. Me gusta la pregunta de: ¿Porque no te dedicaste a la política?. A lo mejor ahí estuvo nuestro fallo.

    ResponderEliminar
  2. Está claro que sería un mal gobernante, peor que los actuales no, eso seguro, pero sí malo de remate.

    ResponderEliminar