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El 23 fue Sant Jordi, el patrón de Aragón, Catalunya y unos cuantos más. Es tradición, según se cree desde el siglo XV, que el catalán le regale una rosa roja y una espiga de trigo a su enamorada. La rosa simboliza pasión y la espiga fertilidad.
El día del libro fue instaurado en 1926 por Primo de Rivera, aconsejado por un editor valenciano o catalán, según se vea, ya que vivía en Barcelona. Se escogió el 23 de Abril por la coincidencia de la muerte de Miguel de Cervantes, aunque en esta fecha también muriera William Shakespeare, y la ONU, en 1996, lo declaró día mundial del libro.
Es curioso que, aun siendo una efemérides nacional declarada por el Estado español, solo se celebre en Catalunya, aunque tengo entendido que ahora se han sumado algunos rincones del país.
Un turista italiano, impresionado por el espectáculo de tanta tienda y tenderete rebosante de mujeres husmeando libros, y de tantos hombres con una rosa roja en la mano, me dijo después de preguntarme por una dirección y por la historia de dicha tradición: “el intercambio de una rosa por un libro es sintomático de la humanidad de un pueblo”.
Tan bella frase merecía ser guardada, de tal manera que a los pocos minutos y habiendo llegado al trabajo, la escribí en un papel. Hoy la edito en este blog, propiedad de todo aquel que sienta la diversidad como enriquecimiento humano y motivo de unidad en contra de desunión.
La falta de respeto por la cultura de los demás, sus peculiaridades, su idioma, su idiosincrasia amputa la libertad y la diversidad.
El nacionalismo conlleva exaltación de lo propio por encima de lo ajeno; pretende, primero, la superioridad de una cultura sobre las demás y, después, el desprecio y su aniquilación. El nacionalismo exige la uniformidad cultural, mediante la absorción de los que considera débiles o minoritarios; teme la diversidad porque la cree enemiga; es cobarde y piensa que debe combatirla por su propia supervivencia. Y utiliza la fuerza y leyes hechas a la medida sobre la palabra, porque teme ser vencido por esta.
La cultura del nacionalista mengua por si misma, y al rechazar la aportación de sangre nueva, de ideas frescas, se debilita y muere.
El nacionalismo es endogamia con todo lo que eso representa.
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Estoy seguro que cada uno sacará su particular conclusión sobre la idea, por lo que temo, más divertido que preocupado, que más de un nacionalista, seguidor de una u otra bandera, solo verá reflejado a su vecino en el tema.
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